domingo, 9 de enero de 2011

Centenario del nacimiento de Julián Puente Perojo

Pámanes, barrio La Ribera. En el rigor del frío invierno, en el seno de una humilde familia formada por Saturnino Puente Obregón y Valentina Perojo Liaño. Un 9 de enero a la una y media de la madrugada de 1911, nació un niño, Julián Marcelino le pusieron por nombre. Era el 7º hijo y tuvo por padrinos dos de sus tíos Ramón y María Perojo Liaño.

De su forma de ser, me he sentido y me siento siempre muy orgullosa. De los únicos que quedamos: tu hija, tus nietas, tu yerno y tus sobrinos, los que te conocimos en nuestra memoria y corazón te llevamos. Fuiste un esposo bueno, fiel, cariñoso, honrado, trabajador.
Un padre maravilloso, excelente, primordial. Un suegro ejemplar, con tesón, nobleza. Un abuelo de lujo, cariñoso, consentido, amoroso, protector, insuperable.

Desde donde estés, danos aliento para seguir tus lecciones de vivir, tu cariñoso saber y formas que tenías de inculcar las cosas. Todo lo que pasaste en mi recuerdo perdura. Fuiste vencedor de largas y duras batallas. Fuiste minero de ese duro hierro, vil metal. Lo mismo fuiste picador,
cargador, que galguero. De esas y otras tantas cualidades son las que en mí quedaron grabadas para el resto de mi tiempo.
Eras un hombre, como los de la familia, fuerte pero a la vez muy tierno de lágrima floja. Sin odios ni rencores ni envidias, sanos de comprensión, de buena conformidad, sabías perder y no te dejábas engañar.
En el reparto de padres a mí me tocaron los mejores, cual afortunada fuí y que orgullosa me siento.

Por recordar tus gustos, eran alegres y risueños. Amigo de tus amigos: ancianos, de tu edad, jóvenes, niños. Te gustaban las flores: claveles, rosas, alegrías (eran tus preferidas). La música: los tangos de Carlos Gardel, la copla de Antonio Molina y de otro cuantos...

Cuando tu tiempo de aquí se terminaba, me dejaste varios encargos. Me dijistes -¡Cuída de tu hermano! He hecho todo lo posible. Me devolviste un rosario que tu tuviste colgado de tu pecho, para que me protegiera como a tí te había estado protegiendo. Que no le diera penas a las nietas y les comprase un buen aparato de música. Los seres más maravillosos que algún día nos sucederan. Que no te llorase, eso sí que no puedo evitarlo, porque como la familia yo también soy de lágrima fácil.
Son tantas las cosas... iba para casa grande, ya la tenemos. Empieza a faltar lo de siempre, la salud. ¿Cómo arreglamos eso?... Decía el abuelo Saturnino: - Con remiendos, que aunque no se hace una cosa nueva, si se llega a viejo.

Con el mayor de los amores queremos celebrar el centenario de tu nacimiento, hoy 9 de enero de 2011. Felicidades Papa, Abuelo y Tío.

El día 9 de enero de 1911, en el rigor del frío invierno, aquel hijo que fuiste, aquel niño, aquel hermano, aquel adolescente, aquel hombre, aquel esposo, aquel padre, aquel abuelo, aquel tío que guardamos en nuestro corazón y en nuestra mente. No te olvidaremos y con nuestro calor el frío quitaremos.














Este poema refleja tu sentimientos a la hora de tu despedida.





El Amor no desaparece.

El Amor no desaparece nunca.
La muerte no significa nada.
Sólo he caminado hasta la habitación de al lado.
Yo soy yo, y tú eres tú.
Lo que éramos el uno para el otro, lo seremos siempre.
Dame el nombre, que siempre me has dado.
Háblame como lo has hecho siempre.
Que no haya diferencia en tu tono,
que no tenga un aire solemne o de pena.
Sigue riéndote de lo que nos hacia reír juntos.
Sonríe, piensa en mí, reza por mí.
Deja que mi nombre sea pronunciado en casa como lo fue siempre,
sin énfasis de ninguna clase, sin tristeza.
La vida significa todo lo que siempre ha significado:
una continuidad que no se detiene.
¿Por qué debo estar fuera de tu mente? porque estoy fuera de tu vista
Te espero, no estoy lejos,
justo del otro lado del camino.
Como ves, todo está bien.








Felicidad Puente Vidal








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A mi querido abuelo Julián Marcelino Puente Perojo.
*9-enero-1911 // +13-febrero-1993

En tu vida hubo muchas penas y alegrías, pero yo te quiero recordar como te mantengo en mi mente. Cariñoso y alegre. Siempre llevabas la boina puesta. La barba de pocos días que pinchaba cada vez que te daba un beso.

Recuerdo cuando te ibamos a visitar al hospital y como no nos dejaban entrar a ninguna de las 3 por ser demasiado pequeñas, tu te asomabas a la ventana de la habitación para saludarnos. O cuando te llevabamos cualquiera de nosotras 3 las sopas de pan y leche a la cama en casa.
Cuando ibamos a la escuela, tú nos ayudabas y nos enseñabas las tablas de multiplicar como tú las habías aprendido... cantando. O cuando te ponías a cantar de todo un poco y a veces mezclabas o cambiabas las letras de las canciones.

Al despedirte de nosotras fue con una sonrisa para cada una, 3 sonrisas diferentes para cada "SOLETO" como tu cariñosamente nos llamabas. Yo también te quiero dedicar mi mejor sonrisa, de una de tus soletos. Te quiero "BUELO".





Ana Mª Bolívar Puente