lunes, 22 de octubre de 2012

FUI A VISITAR LA VIEJA CASA....

(Traducción libre de unos versos de Francis Jammes)

Fui a visitar la vieja casa del pueblo donde vivían los míos.
Todo era triste y dulce como la miel a la vez.
Allí estaba el cielo azul y las palomas volando por el arado,
una yegua muy vieja y muy cansada.

Las cosas parecían más viejas aún allí por donde iba.

Sabía que, tiempo atrás, vivieron los míos en esta lejana aldea,
a donde iba a regresar para reconocer las tierras solariegas,
donde entre ortigas se hallaban sus tumbas.
Sabía que murieron hace cien años.

Viejos ancianos de ojos ingenuos dulces sin remordimientos,
salían de misa de domingo con sus camisas blancas más hermosas.

Me enteré que había vivido una vez en este pueblo del que luego me fui,
y regresé a ver si me reconocería esta patria mía.

Un campesino se puso a la sombra de la plaza, el sol era frío como el hielo.
Era mediodía, vi la vieja campana toda en ruinas y la torre casi tan antigua como el pasado.
La gente con la que hablaba me decía: ¿Esos que dice Vd.? No los recordamos...
hara tiempo, sin duda... mucho tiempo.
Me dijeron que había una mujer de 80 años, que murió de allí a unos días,
ella podría saber, talvez, de los desaparecidos.

Yo iba puerta por puerta, -ni el notario, ni el sacerdote sabían-.
Pasé por puertas carcomidas y por jardines abandonados,
por donde grandes hiedras fueron vistas cerca de los hogares que no tienen familia y
malvas rosas en hierba azul cerca de los cementerios.

Pasé sin querer ver las tonterías, noticias nuevas,
banderas en el Ayuntamiento y letras de oro.
Yo sólo tenía en mi corazón las viejas reliquias de un nieto,
tenía el recuerdo de la amada tierra en la que un día naciera.

Por último, cruce la verja de una casa de buena y antiquísima familia.
La anciana de bondadosa sonrisa me dijo: ¿Es Vd. un ....?
¡Vaya! Viveron, sí, hace años en el pueblo...
Fuéronse con sus hijos a correr por América aventuras...
mi familia compró la casa en ruinas.

Me enseñó la llave oxidada, la cocina, la puerta tachonada y un martillo lleno de moho.
Las paredes tenían las ventanas cerradas por el polvo del tiempo muerto.
Abrí la  puerta y crujió fuertemente, subí las escaleras podrídas.
De aquí es de donde se habían ido.

En el interior de la casa el yeso de las paredes y las puertas
que los años habían ennegrecido, como si hubiera sido el fuego.
El sol no llegó, estaba todo tan oscuro, parecía estar de luto.
Me dijo: Mire, aquí estaba el estudio... el estudio.
La decrépita morada me devolvía silencios.

Creía yo que se hallaban mis difuntos en el cielo.
Pero estaban allí, en la casa... esperándonos.